QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

domingo, 27 de noviembre de 2011

LA ÚNICA RAZÓN


"Ahora mismo soy la única razón por la que mis antepasados han existido".

Me traiciona la memoria y no sé decir con precisión dónde escuché esta frase, pero sí recuerdo el efecto que tuvo sobre mí. Sentí el peso de la responsabilidad. Desde el principio de los siglos  -parafraseando a Ángel González-, para que yo (y cada uno de nosotros) exista "fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo", un "viaje milenario de la carne" hasta llegar al producto final que es mi presencia aquí y ahora.
Da un poco de vértigo pensar en todos los seres humanos que a lo largo de la evolución y de la historia me han configurado, pensar que soy el producto de infinitas cargas genéticas, que llevo en mí todo lo que mis ancestros fueron, y que (ahí viene mi sentido de la responsabilidad)  yo también aportaré a mis descendientes lo que me define como persona poseedora de cuerpo, mente, espíritu y alma.
Hay vida después de la muerte. Hay vida antes de la muerte...

viernes, 25 de noviembre de 2011

CARTA PARA UNA DESPEDIDA

(Lo prometido es deuda. Aquí está la carta que escribí para el I Certamen Literario de Cartas de Amor -y desamor- convocado por la Tertulia Rita Caveda Solares. Aunque no fue una de las cartas ganadoras tengo que decir que gané mucho al atreverme a participar:  buenos ratos delante de la pantalla del ordenador intentando dar forma a ideas, pensamientos y emociones..., el esfuerzo de la creación ficticia..., la tensión del suspense al no querer desvelar nada ..., la hermosa experiencia del encuentro con el resto de mujeres participantes..., la alegría de aportar un granito de arena para que el interés por la cultura siga vivo...
Mis felicitaciones a las ganadoras por su buen hacer y a las mujeres de la Tertulia por esta iniciativa y por el éxito cosechado. El año que viene, más...)


                   Domingo, 29 de Octubre

Necesito que sepas, antes de que te adentres en estas líneas, que no es el rencor lo que me embarga. Ni la deslealtad. Ni esas emociones de mis días tontos que luego acaban pasando. Ni siquiera tiene que ver la melancolía de este otoño incipiente con sus vientos alborotados que barren las hojas de los árboles vestidas de amarillo, de marrón, de rojo...
Llevo tanto tiempo queriendo poner en orden mis pensamientos y mis sentimientos, que no sé por dónde empezar. Llevo días tratando de encontrar ese fugaz instante en que todo parece claro, para que no me cueste hablar de la angustia que has visto reflejada en mi cara mientras permanecía instalada en el silencio.
Ya es de noche. La tierra rezuma el agua que no ha dejado de caer durante toda la tarde y la humedad del aire atraviesa las paredes. He encendido la chimenea para templar un poco la casa y caldear mi ánimo. Quizá ha sido este calorcillo el que me ha traído este momento de paz en que me siento con fuerza para escribir, para poner sobre el papel lo que los labios no aciertan a decir, lo que el fin de la batalla que padecía conmigo misma ha resuelto... Y aquí estoy, con todos mis destrozos a cuestas.
Sé que no vas a comprender que esto nuestro se acabe.
No es fácil. ¿Cómo vas a entender que ponga fin a este largo trayecto de vida en que nos hemos acompañado? ¿Cómo vas a comprender que prefiera quedarme con la soledad que tanto he temido siempre?
Es tremendo darse cuenta a estas alturas de la vida que no ha bastado el cariño, la necesidad de compañía que compartimos, los hijos que hemos tenido, los proyectos (tuyos) que siempre he respaldado, la holgada posición económica tras años de penurias y sacrificios. No ha sido suficiente. No es suficiente.
El tiempo ha ido pasando de puntillas, sin querer alertarme de que la vida se va lentamente. Lentamente.
Tengo necesidad de vivir. Vivir... No acongojarme, como hasta ahora, ante lo imprevisible. Poner punto final a lo que no acaba de hacerme feliz. Tengo necesidad de aventurarme en el descubrimiento de mí misma.
En el descubrimiento de mí misma...
Descubrirme a mí misma cuando ya tengo pasados los cincuenta, cuando parece que es tiempo de conformarse con lo que se tiene, dar gracias por ello, y adecuar el paso de los años a esa costumbre que se ha trazado.
Descubrirme a mí misma en soledad justo ahora en que lo más cuerdo sería dejarme acompañar, dejar que mi vida resbale por el camino marcado, disfrutar de lo que se tiene conseguido.
Miro a través de la ventana la oscuridad de la noche apenas iluminada por las farolas de la calle. La quietud es inmensa. Las hojas del suelo amortiguan el sonido persistente de la lluvia al caer.
¿Sabes? el agua de esta lluvia y el agua de mis lágrimas comparten la misma esencia. Me siento desolada y triste. Vacía, como la calle solitaria. Sin asideros. Pero viva. Extrañamente viva. Extrañamente consciente de que existo. Vislumbrando a través de la niebla que embarga mi alma mi propia identidad... Creo que he vivido mucho tiempo sin identidad.
He luchado, y la batalla ha sido dura. He tenido que librarla contra el “sentido común”, contra “el qué dirán”, contra los miedos ante lo desconocido, contra la posibilidad de fracaso, contra las dudas que me asaltan, contra la pena ante el daño que te hago. Y he salido de ella hecha jirones, con el alma desgarrada de arriba abajo, con un dolor sordo, con la soledad aceptada (por fin) para emprender el viaje...
Cuando llegues la casa te acogerá cálida, encontrarás el hogar encendido, la noche quieta. Verás esta carta sobre la mesa, al lado de la taza preparada para tu café. La leerás pensando que no tiene sentido nada, que me he vuelto loca, y subirás las escaleras hasta la habitación para encontrarme.
Y aquí estaré. Con la maleta hecha y dispuesta para la partida. Esperándote serenamente para despedirme, para que veas mi rostro y comprendas que no habrá marcha atrás.
Ha dejado de llover.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

MIS BOLAS DE NIEVE



Tengo una pequeña colección de bolas de nieve que son recuerdos de lugares que han visitado personas muy queridas y también buenos amigos. Saben que me encantan y no dudan en adquirir alguna que sea representativa del sitio donde han estado para regalarme a la vuelta del viaje disfrutando de antemano de lo contenta que me voy a poner. La mayoría son pequeñas por aquello de que no ocupen mucho espacio en el equipaje y no acrecienten el peso de las maletas, pero también las hay de mayor tamaño e incluso tengo una que ameniza su visión con una pieza de música clásica. Mis bolas viajeras han venido de Madrid, de París, de Sicilia, de Roma, de Berlín, de Nueva Yorck, de Londres, de Suiza, de Viena, de Budapest, de Egipto, de Córcega, de Portugal, de Eslovaquia, de Praga, de Frankfurt, de la Ruta 66, de Bulgaria...
No sé explicar por qué, pero la realidad es que me fascinan y contemplarlas deja en mí un rastro perdurable de buen humor, de curiosa ternura  al voltearlas para ver caer lentamente los minúsculos copos de nieve que crean ese ambiente de ensueño. Cada una de ellas contiene otros mundos,  diminutas evocaciones, ecos de tierras lejanas, pequeños guiños de esferas perfectas donde nieva durante todo el año.

martes, 22 de noviembre de 2011

EL APEGO


Somos animales de costumbres. Establecemos hábitos, marcamos rutinas, nos disciplinamos en las reglas, seguimos caminos trazados,... y nos supone un desajuste (más o menos grande) todo aquello que venga a perturbar nuestro entorno cotidiano. Sin darnos cuenta forjamos la querencia, el apego, como característica principal de nuestra esencia .
Querencia a nuestra gente (y aquí incluyo el círculo más cercano de la familia, pareja, ... y el grupo humano con el que nos solemos relacionar "socialmente": amigos, compañeros de trabajo, vecinos...), y apego a las cosas que poseemos.
Y viceversa, querencia a las cosas y apegos a las personas. 
Pequeñas o grandes esclavitudes emocionales , el delirante afán de posesión...

Pero dice Buda:
<<"Esta tierra es mía y éstos son mis hijos"... son las palabras que dice el loco que no comprende que ni siquiera él mismo es suyo.>>

domingo, 13 de noviembre de 2011

BERLUSCONI: EL CÉSAR CAÍDO

La fotografía pertenece a uno de los accesos laterales de la residencia en el Quirinal del presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano. Cuando enfoqué la cámara, en la escena tan solo se encontraban los policías que aparecen en primer término controlando e impidiendo el acceso al palacio y el joven de uniforme blanco con los magníficos jardines a su espalda. Fue una casualidad que justo cuando dí al botón apareciesen en la escena un primer hombre seguido de un segundo ante quien, para mi asombro, se cuadró la guardia . No pude identificar al personaje que mereció el saludo y sigo sin saber quien puede ser. En un principio creí que podría tratarse de Napolitano, pero le faltan las gafas y su aspecto es el de un hombre algo más joven que el presidente de la República.
Fuese quien fuese, el caso es que el episodio despertó mi curiosidad, y días más tarde, en una conversación con Luciano, nuestro casero en los días que pasamos en Roma, salió a relucir el tema político, y cómo no, el primer ministro: Silvio Berlusconi.
Los italianos aprecian y respetan a Giorgio Napolitano, y piensan que de no ser por él Italia estaría aún peor de lo que se encuentra en el momento actual. Por el contrario,  la mayor parte del pueblo italiano está harto de Silvio Berlusconi, harto de este empresario metido a político que ha hecho gala, a bombo y platillo, de su corrupción personal, de la mala gestión de la situación económica, del abuso de poder (a lo que ayudó, y mucho, su control de los medios de comunicación), de su blindaje ante la justicia... Sí, las gentes están hartas de la obligación axfisiante de pagar elevados impuestos (mientras que el Estado Vaticano está libre de ellos a cambio del silencio), de la vergüenza que supone tener como primer ministro a un hombre adicto a la cirugía, al bronceado permanente, a la exibición de su soberbia, a la justificación de su lujuria, al afán de poder, a su presunta relación con la mafia, a su falta de ideología política...
Nadie ni nada ha podido hacerle bajar de su pedestal. Nadie ni nada ha podido quitar de en medio a un dirigente que se creía César y que actuaba como un dios. Solamente la  usura apo­yada en el poder político ha propiciado su caída. Y esta caída se está celebrando por todo lo alto en las plazas más representativas de toda Italia: las botellas de champán circulan como si de la fiesta de Año Nuevo se tratase, las gentes portan pancartas donde se pueden leer mensajes tales como "Gracias, Giorgio", "Renuncia Berlusconi!", "Vete ladrón", "Payaso", "Todos a la cárcel", "Por Fin!".
Y sin embargo, lo lamentable de todo este  asunto es que  tendríamos que ser los ciudadanos los responsables de quitar o poner a nuestros gobernantes, y el hecho de que no seamos capaces de ello y que tenga que ser la presión de "los mercados" quien se encargue de hacerlo, es la más clara demostración del momento de crisis que estamos atravesando como individuos y como pueblos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

LOS CUENTOS DE LA INFANCIA


Al final de la tarde, ya casi anochecido, me he encontrado con la agradable visión de los campos salteados de setas. Son preciosas. No las conozco mucho y me es casi imposible ponerles nombre, pero quedé fascinada por la blancura brillante que algunas tenían, apenas veladas por la niebla que empezaba a levantarse de la tierra bajo la luz de la luna.
Y, al igual que esos olores que de repente nos trasladan a otros tiempos, me llevaron a evocar los cuentos de la infancia. Aquellas historias de duendes, de hadas, de animales que hablaban, de finales felices, de peligros insospechados, de imaginación sin límites.
No he sido madre de jugar con mis hijas, de tirarme por el suelo con ellas, ni del pilla pilla, ni del escondite. Pero sí he sido madre de contar cuentos: cuentos cuando se aburrían, cuentos por el simple hecho de que se aficionaran a leer, cuentos para antes de dormir...
Tengo recuerdos maravillosos entorno a las noches en  que me sentaba con ellas en la cama y leía en voz alta, poniendo voces a los personajes, los pequeños libritos que les iba comprando. En los cumpleaños, en Reyes, en cualquier otra celebración, siempre aparecía el regalo rectangular al que ellas, sobre todo la pequeña, llegaron a coger manía.
Supongo que sus recuerdos  y los míos son bien diferentes. Es posible que ellas, ya mujeres, apenas los tengan registrados en su memoria, pero yo los guardo y atesoro en la mía como maravillosos instantes de felicidad doméstica. La atención que prestaban, las miradas perdidas en la imaginación de aquel mundo entrañable y mágico, las risas, las preguntas, las infantiles reflexiones, la placidez del sueño en el que se adentraban blandamente agarradas a sus peluches... ¡Cuantas veces yo misma, vestida de todas las voces del cuento, me he ido a la cama y me he quedado dormida pensando en los gnomos, en las hadas, en los bambalinos...!
Aún conservo parte de esa literatura infantil, que ocupa ahora su espacio en la librería de mi salón, a la espera (¿quien sabe?) de otros niños, otras noches y otros sueños. 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

LA TERTULIA


La excusa fue la lectura previa de "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago. Nos habíamos decidido por ese libro para iniciar encuentros en los que tuviésemos ocasión de poner de manifiesto lo que pensamos, lo que sentimos, lo que vivimos.
Fue divertido el ir y venir de los e-mails para concretar el día y la hora y, una vez puestas de acuerdo, tratar de sortear los pequeños obstáculos de cada una para conseguir no faltar a la cita: el trabajo, las reuniones, los niños, las compras... 
Una pequeña tertulia de cinco mujeres dispuestas a escuchar y a aprender unas de otras,  sentadas en el rincón del fondo de la cafetería, entorno a unas tazas de te para las frioleras y una cervecitas para las más atrevidas.
Cinco mujeres bien diferentes y bien avenidas  queriendo rescatar el placer de una buena conversación, dando fe del feliz y mutuo hallazgo  a través de la palabra, atesorando la riqueza que despierta el entendimiento, compartiendo inquietudes, atemperando el tiempo...

sábado, 5 de noviembre de 2011

ME DIJO BAJITO...



Me dijo bajito: "Amor mío, mírame en los ojos.
"Le reñí, agria, y le dije: "Vete." Pero no se fue.
Se vino a mí y me cogía las manos... Yo le dije: "Déjame."
Pero no se fue.

Puso su mejilla en mi oído. Me aparté un poco,
me quedé mirándolo, y le dije: "¿No te da vergüenza?"
Y no se movió. Sus labios rozaron mi mejilla. Me estremecí,
y le dije: "¿Cómo te atreves, di?" Pero no le dio vergüenza.

Me prendió una flor en el pelo. Yo le dije: "¡Es en vano!"
Pero no cedía. Me quitó la guirnalda de mi cuello, y se fue.
Y lloro y lloro, y le pregunto a mi corazón:
"Por qué, por qué no vuelve?"

TAGORE

CASANDRA


"Pobre Troya, pobre ciudad que una vez fue mi patria. Mientras corre el vino, los poetas del palacio de Orestes y los del resto de los palacios de los príncipes la describen como rica y majestuosa. Rica, noble, orgullosa y majestuosa dicen ellos, los que estuvieron en Troya o los que dicen que estuvieron. Ricas, majestuosas y nobles son sus palabras sobre el saqueo. Antes de que quemaran mi hogar...
Estoy sentada en la mesa de piedra que hay al lado de la casa, con los útiles de escribir, y el viento ya agita ligeramente las hojas del limonero que hay junto a mí.
Como siempre en esta época del año, rezo para que la comida alcance hasta la primavera, para que no haya muertes ni enfermedades en la familia. Desde que tenía diez años, ahora casi treinta, también rezo para que no haya guerra. No hay nada peor que la guerra. Creo que lo he sabido toda mi vida.
Mis hijos nunca han oído la música brutal de las espadas chocando con los escudos; nunca han visto lo que pasa cuando una espada penetra en un cuerpo; no han oído los terribles gemidos y gruñidos de los hombres que luchan por sus vidas ni los gritos y sollozos de los heridos. No han visto las vidas humanas apagarse como velas. Nunca han sentido el olor de una ciudad ardiendo... Sólo puede compararse al olor de ropas viejas y sucias quemándose o al de la carne putrefacta. Mis hijos no han vivido nada de eso.
Por eso estoy escribiendo ahora.
Mi escritura les asusta, pero debo continuar mientras las hojas caen, se acercan las tormentas y acaba el invierno. No voy a permanecer en silencio. Me haré oír. Soy conocida como Ifianisa de Tolos pero soy hija del rey Príamo, Casandra. Creen que estoy muerta. Me oirán."



Texto de "Casandra, princesa de Troya" de Hilary Bailey 

miércoles, 2 de noviembre de 2011

DANAE


    La tarde muere envuelta en su tristeza.
    Paisaje tierno para soñadoras
    miradas de mujer, exploradoras
    de su melancolía en la belleza.
    Danae apoya en sus manos la cabeza.
    El ambiente que el Sol último dora
    es una leve, dulce y turbadora
    caricia que la oprime con pereza.
    Un pajarillo gris, desde una vana
    rama, canta a la tarde lenta y rosa.
    Oro de Sol entra por la ventana
    y Danae, indiferente y ojerosa,
    siente el alma transida de desgana
    y se deja, pensando en otra cosa.

    ÁNGEL GONZÁLEZ