QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

domingo, 29 de abril de 2012

CENTRAL PARK

La mañana se nos fue de tiendas y de museos. La Quinta Avenida, entre tanto ir y venir, se nos hizo familiar pese a ese trajín incesante que la puebla a diario de los más variopintos personajes. Movimiento por todas partes. Numerosas gentes hablando por los teléfonos móviles para comunicarse sin verse y para incomunicarse viéndose...
Central Park se veía silencioso y casi deshabitado a través de una de las entradas abiertas en el muro que lo separan del bullicio urbano. Hermoso en lo nublado del día, poniendo pinceladas de color bajo el gris del cielo, ofreciendo sosiego a quien pudiera necesitarlo.

HARVARD

Siempre hay gente. Estudiantes caminando de un sitio para otro cargados con libros, carpetas y mochilas. Profesores cambiando de edificio que apenas se fijan en lo que les rodea. Turistas paseando la mirada por los conocidos ladrillos  rojos que cobijan el saber. Gentes que salen a sus quehaceres y que atraviesan la zona universitaria para tomar atajo y ganar tiempo... Casi nadie es negro.
Estamos en Harvard. La prestigiosa universidad americana de cuyas aulas han salido varios premios Nobel y varios Presidentes. La élite de la intelectualidad y la investigación científica. 
Y, sin embargo, haciendo contraste con este esplendor, se ven en los bordes de la ciudad universitaria gentes sin rumbo, vagabundos que viven de la buena intención de los que dan limosna, pequeños grupos humanos entorno a la boca del metro... Casi todos negros.

LAS CALLES DE BOSTON

A pesar del sol, hizo frío casi de continuo. A las siete de la mañana de cada día que allí pasé, la luz entraba ya a raudales por el enorme ventanal de la estancia donde dormía interrumpiéndome el sueño y sacando mis pies fuera del abrigo del edredón. Nadie solía estar levantado a esas horas, salvo mi hija mayor que aparecía poco después y con la que compartía el desayuno antes de que se marchara a trabajar, aprovechando esos escasos minutos para la mutua compañía.
Era ese momento, el de la primera hora de la mañana, el más adecuado para apreciar y paladear lo que estaba suponiendo el viaje y solía escaparme a dar un breve paseo. Me encantaba ir fijándome en las bonitas casas, en las gentes con las que me encontraba, en el olor a comida que perfumaba el aire,  en la tranquilidad que solo el aire alteraba de cuando en cuando con sus potentes ráfagas, en la limpieza de sus calles...

lunes, 23 de abril de 2012

LOS ENAMORAMIENTOS


¿Existe un equilibrio entre el sentimiento y la razón?...
¿Podemos, en nombre del amor, justificar todas nuestras acciones, realizar las más grandes ruindades y dar rienda suelta a nuestras peores ambiciones?...
La tarde del sábado elegido para intercambiar impresiones entorno a la novela de Javier Marías, se tornó denso como la misma novela lo es. Una lectura que nos mostró la otra cara del enamoramiento, aquella que nos habla de las miserias y flaquezas del ser humano. Un adentramiento  en las acciones sin escrúpulos, aquellas que no reparan en los medios, para conseguir el amor de una persona a través de la destrucción de otra.
Y un tema sobre la mesa del que todas, poco o mucho, sabíamos algo.
Porque ¿quien no se ha sentido enamorado alguna vez?.
Todas podíamos, y teníamos, algo que decir.
Todas conocíamos ese estado de enamoramiento, quizá absurdo, y ciego, y sordo, dónde se magnifican las cualidades del otro. Todas creíamos saber la diferencia que se establece con el amor, esa otra forma de sentir que se sustenta con el peso de la admiración, de la valoración real, de los proyectos comunes. Y todas coincidíamos en que ambos, enamoramiento y amor, forman parte del mismo proceso. Ese que arranca de la más profunda vulnerabilidad y que perdura por la capacidad de decisión, por la propia voluntad de amarse.
Hablamos, en esa tarde de sábado, de la enorme sofisticación del amor humano...
Hablamos de los ritos del amor y sobre el amor. Aquellos que nos van diciendo al oído, a través de un mundo cultural y de antiguas tradiciones, cómo tenemos que querer y cómo nos tienen que querer. Y hablamos también de la tremenda necesidad de desmontar todo ese condicionamiento marcado a fuego por siglos y siglos de normas establecidas.
Nos paramos a debatir la importancia de lo biológico, la necesidad de resetear las emociones con la misma pareja, la acomodación al compañero elegido, la capacidad de aceptación y comunicación, la conflictiva lucha ante la renuncia...
Apenas unas breves horas de una tarde de sábado para el enamoramiento.
Pero ¿cómo condensar tantas emociones?, ¿cómo darles vida a través de las palabras?, ¿cómo explicar la sonrisa tatuada en la cara, las ojeras en la mirada, el refugio en los silencios, la falta de aire, la distracción de la vida cotidiana, la tensión de la espera, la tristeza sin venir a cuento, la percepción propia como seres nuevos y diferentes, la tremenda fragilidad, el obstinado empeño, las lágrimas en la alegría, el absurdo temor a la pérdida, la serenidad de un beso...?
¿Cómo, sabiendo por haberlo vivido, nos sentíamos tan torpes para expresarlo?
Quizá ese equilibrio entre el sentimiento y la razón es demasiado precario.
Quizá andamos un poco perdidos y un mucho necesitados.
Quizá en nada nos valga la experiencia ajena, la sabiduría atesorada por los otros.
Quizá sea la tarea más experimental que exista...
La más terrible.
La más hermosa.

martes, 3 de abril de 2012

LLUEVE EN NUEVA YORK

La lluvia cae sobre Nueva York. Apenas unas minúsculas gotas de agua pulverizada que se posan sobre todas las cosas establecidas sobre la tierra. Los árboles de las calles están florecidos y hacen brillar sus tímidos colores recién estrenados bajo el agua que se empeña en lavarlos de forma continuada e insistente.
La gente, toda la gente, parece ir con prisa a  cualquier parte. Es la ciudad del movimiento. La que nunca duerme. La que no se para. La que siempre ofrece algo que hacer. La ciudad en la que casi todo sucede, en la que casi todo está permitido. La del anonimato más absoluto.
La lluvia cae sobre Nueva York lentamente, casi sin sentir, apenas sin molestar. 
Y allí, en una calle cualquiera, un hombre negro arranca notas al saxo para acompañar la presencia del agua, para impregnar de melancolía desgastada el ajetreado paso de las gentes, para ignorar, si quiera momentáneamente, el implacable anonimato del que se viste la ciudad.