QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

lunes, 30 de enero de 2012

LA PUERTA (MAGDA SZABÓ)



Habíamos quedado a las 11:00 con la idea de reunirnos para nuestra acostumbrada tertulia literaria y disfrutar de un brunch. Todas y cada una de nosotras llevaríamos algo: los sonidos propios del eco dejado por las protagonistas del libro, y las exquisiteces culinarias salidas de nuestras manos y de nuestras cocinas.
Nos faltó tiempo para ponernos a hablar de lo que nos había parecido el libro, de cómo habíamos visto a los personajes, de las vivencias de la autora, de Emerenc. De la puerta de Emerenc...
Lo que aquí recojo no es sino un pequeño apunte de lo que cada una de nosotras vivió, reflexionó, opinó, sintió...
A ninguna  dejó indiferente esta novela densa y fascinante que describe con  grata fluidez y con esmerado cuidado los sentimientos que, de principio a fin, se van desgranando a través de los acontecimientos anodinos y cotidianos.
Magda Szabó basó esta novela en episodios de su propia vida y más concretamente en su relación con la que fue su criada durante dos décadas: Emerenc. Es difícil saber si todo lo que nos relata es fiel a la verdad o si hay tintes de ficción en ella, aunque poca trascendencia tiene eso cuando lo realmente importante es la interrelación que se establece entre ambas mujeres, más allá del binomio señora-criada, mostrándonos la dureza y la ternura del amor.
La entrega absoluta de la  autora, que habla en primera persona, comienza con la decisión de no "ponerse nombre". Ella es la narradora. Está ahí... Siempre está ahí como el receptáculo donde Emerenc deja caer su arrebatadora personalidad. Y en esta circunstancia, en este depositarse de la criada, vamos viendo la imagen reflejada y reflexiva, esbozada y cuestionada de Magda Szabó.
Es una historia de relaciones humanas que se desarrollan en una Hungría comunista de calles grises y gentes calladas donde parece que nunca pasa nada. Historia de silencios escondidos tras la puerta. Silencios que conforman a Emerenc, que apenas dice nada sobre sí misma, pero que "rotundiza" con  hechos los propios criterios ante la vida.
Dos personalidades contrapuestas. Dos status sociales que se ponen patas arriba ante la obscena libertad de Emerenc que se salta todos los mandatos, que hace siempre lo que le dicta su parecer, que no se somete a ningún tipo de poder, y que no desea ni necesita ser querida, y la desorientada señora que ve puesta en tela de juicio su intelectualidad, sus creencias religiosas más profundas, su "aburguesamiento", y su modo de entender lo que significa amar hasta las últimas consecuencias.
Es ciertamente una lectura densa, como denso es el cuestionamiento al que todas nos vimos sometidas... Nada parece escaparse a la mirada de Emerenc. Ni siquiera nuestros ojos de ávidas lectoras se libraron de la atenta observación de la vieja criada que, a través de las palabras, alborotaba también nuestros sentimientos.
Ellas, nosotras, y dos caminos: la actividad intelectual y la inteligencia emocional. El razonamiento y la intuición danzando al son de tambores de guerra y resueltos finalmente en el empate de una lucha que no hace sino abrir cada uno de nuestros cerrojos.
Todo es cuestionado: la culpa, la apariencia, el suicidio, el compromiso, lo correcto, la espiritualidad, la educación, el sufrimiento, la entrega, la cobardía, los ideales, la dignidad...
Y todo es asumido y resumido en una corta frase que Emerenc nos dice casi con despecho: "Usted es ciega y tonta, aparte de cobarde. Yo no sé por qué la quiero, solo Dios lo sabe... A lo mejor con la edad, cuando madure, entrará en razón, aprenderá a apreciar lo bonito y se armará un poco de valor".
Es la furia de los sentimientos desatados e incapaces de ser dosificados. Es descubrir que "el cariño es una emoción desarticulada por excelencia" y que "es inútil pretender regular cómo debe encauzar cada uno sus afectos"porque "no hay fórmulas que valgan".
Pero hay que empezar por abrir la puerta y exponerse.





viernes, 27 de enero de 2012

LA BRÚJULA


Me miró tranquilo.
- "¿Sabes que acaban de decirme?... Que no pierda el norte".
- "¿Y qué contestaste?", quise saber yo.
Se quedó callado largo tiempo con su ojos aún en los míos.
Tenía en ellos el cansancio acumulado de años difíciles.
Sus manos permanecían entrelazadas sobre la mesa, quietas, ennegrecidas, ásperas y pacientes.
Había en su rostro un intenso juego de luz y sombra  propiciado por la infinidad de surcos que se extendían en todas direcciones, como si de un campo arado por un loco se tratase.
Finalmente esbozó una pequeña y tímida sonrisa.
- "Les he dicho que nunca he sabido manejar la brújula".

viernes, 20 de enero de 2012

LA MONTAÑA DEL ALMA


"La verdad no existe más que en la experiencia e incluso sólo en la experiencia personal, y aun en este caso, una vez que ha sido contada, se convierte en historia. Es imposible demostrar la verdad de los hechos y tampoco es preciso hacerlo. Dejemos a los hábiles dialécticos debatir sobre la verdad de la vida. Lo que importa es la vida en sí misma. Lo que es real es que estoy sentado al amor del fuego, en esta habitación renegrida por el humo del aceite, que veo esas llamas danzando en sus ojos..., lo que es cierto es que 'yo mismo' es la sensación fugitiva que acabo de experimentar, imposible de transmitir al prójimo. Fuera se ha levantado la niebla, las oscuras montañas se han difuminado, el murmullo del raudo río resuena en ti y eso basta".

"Ando siempre en busca del sentido, pero, a la postre, ¿qué es el sentido? ¿Acaso puedo impedir que los hombres construyan esa presa monumental mientras destruyen su propia memoria? No puedo hacer otra cosa que llevar a cabo indagaciones sobre mi propio “yo”, minúsculo grano de arena. Únicamente puedo escribir un libro sobre “mí”, sin ocuparme de saber si verá la luz. ¿Y qué sentido tiene escribir un libro más o menos? ¿Se echará de menos la cultura que haya sido destruida? ¿Y tiene el hombre tanta necesidad de cultura? ¿Y qué es la cultura?"

"¿Queda aún algo por buscar?
Todo está en calma a mi alrededor. Cae la nieve en silencio. Estoy sorprendido por esta calma. Una calma paradisiaca.
Ninguna alegría. La alegría no existe más que en relación a la tristeza.
Solo cae la nieve. Escruto los alrededores.
No sé que no comprendo nada, creo que aún lo comprendo todo.
Las cosas suceden detrás de mí. Lo mejor es aparentar que se comprende.
Aparentar que se comprende, pero de hecho no comprender nada.
En realidad, no comprendo nada, pura y simplemente nada.
Así es".
Gao Xingjian: La montaña del alma
(Premio Nobel de Literatura año 2000)

martes, 17 de enero de 2012

LA CRISIS NUESTRA DE CADA DÍA



Stephen  "Bantu" Biko, activista sudafricano torturado y asesinado por las fuerzas de seguridad del poder blanco en Sudafrica, dijo muy acertadamente que "la mayor arma de los opresores es el cerebro de los oprimidos". Y así es ahora mismo en esta España en crisis que nos toca vivir. Amarga situación regada de "soluciones" económicas que están perjudicando a millones de personas que las aceptamos resignadamente. 
Crisis que nos enseña la cara ahora, pero que lleva años gestándose en silencio: entre 1996 y 2006 vimos crecer nuestro producto interior bruto, se crearon 600.000 empleos al año y creció la renta por persona. Y, sin embargo, el poder adquisitivo cayó un 4% y los beneficios empresariales aumentaron un 73% con el crecimiento del precio de la vivienda y el abaratamiento de los costes laborales. Se creó empleo, es cierto, pero de mala calidad, y se repartió mal la riqueza apoyada en exceso en un sector de la construcción especulativo que ha dado como resultado la imposibilidad de que las gentes hagan realidad algo tan básico como es el derecho a la vivienda. 
Y todo ello sin olvidarnos del elevado nivel de fraude fiscal. 
Nos dicen constantemente que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que hemos sido malos administradores de nuestras casas, que hemos gastado lo que no teníamos... Lo que no dicen es todo lo que han procurado que se dieran las circunstancias para que así fuera, todo lo que nos han "vendido", todas las "facilidades" que nos han otorgado, todo el engaño a que nos sometieron para seguir prosperando los que siempre engordan sus bolsillos a costa de los demás.
Y sí, ha llegado la hora de saldar cuentas. Pero, ¿de qué modo?. Nos dicen que cada uno de nosotros  debe poner nuestro granito de arena para que siga avanzando este carro en el que estamos todos. La pena es que a los españolitos de a pié (los desempleados, los que viven con lo justo, los pensionistas, los enfermos...) nos toca  tirar del carro arrimando el hombro, mientras que "ellos" nos van animando subidos cómodamente en él.
La Historia nos dice que las crisis son cíclicas, que la lluvia cae torrencialmente pero que luego escampa, que de las situaciones difíciles acabamos saliendo, y  que, para que ello ocurra, el diálogo será fundamental y la voluntad de buscar soluciones a través de reformas estructurales necesaria. Pero... ¿no se debería empezar por que se bajen del carro para tirar conjuntamente con los demás?
Que no nos opriman con el miedo, con la incertidumbre, con más mentiras... Que no manipulen nuestro pensamiento. Que dejen de morder las manos de todos, porque al fin y al cabo, son nuestras manos las que les están dando de comer.

domingo, 15 de enero de 2012

EL VIEJO DRUIDA

Ahora no le quedan apenas hojas, pero, aún así, su figura se recorta imponente contra el cielo plomizo. Yo le llamo el "viejo druida". Su tronco está  recorrido por una suerte de venas de madera que se pegan y se funden en él como las varices en las piernas fibrosas de los ancianos. En primavera es frondoso, y al cobijo de sus ramas hacen nido multitud de pájaros y juegan las ardillas al escondite. Algunas tardes, cuando poso mis manos sobre él y acaricio las huellas de su larga existencia, percibo el calorcillo de la corteza y la vida que subyace en su quietud.
Su presencia empequeñece la mía. Siempre. Y lejos de incomodarme, me trae de vuelta a una realidad que se me escabulle en el diario ajetreo: la natural pertenencia al hábitat.

lunes, 9 de enero de 2012

LA DEUDA


No hace tanto, tomándonos de tarde un café, comentó una amiga algo que le había sucedido al visitar a su padre en el hospital y que le había parecido entrañable a la vez que inesperado.
Él, un hombre con algo más de noventa años a sus espaldas, había ingresado por un reincidente problema coronario. Ella, sabedora de lo tedioso de las jornadas hospitalarias, se había guardado en su bolso un libro de Cuentos de Mario Benedetti para aligerar el paso de las horas junto a la cama del enfermo.
Antes de entregarse a la lectura le preguntó si le apetecía que le leyese el periódico o alguna revista, y la respuesta fue que no. Así que, con la idea de que quizá quisiese estar tranquilo, se sentó a su lado y se dispuso a disfrutar del escritor uruguayo.
Al cabo de unos instantes, se percató de que su padre la miraba callado.  
- "¿Qué estás leyendo?", preguntó él.
- "Un libro de cuentos de Benedetti, papá. ¿Quieres que te lea alguno?".
- "Débesme muchos".
Ella asintió, se levantó y se acercó a cerrar la puerta a fin de hacer más intima la lectura de los cuentos a su padre y evitar llamar la atención con el volumen de voz que habría de usar para que él la escuchase bien.  
"Débesme muchos"...
Ciertamente le debía muchos. Había llegado el tiempo de cobrarse la deuda. No como una exigencia de algo sin saldar. No con el apremio del compromiso obligado.
Había llegado, simplemente, ese instante impreciso en que cambian las tornas y el anciano se regodea en recobrar de alguna manera lo que en su día aportó al crecimiento de la hija, y ella le devuelve la ilusión de otros mundos con la emoción del cuento en su voz.

lunes, 2 de enero de 2012

UNA VÍCTIMA LLAMADA CAMILLE


Es una pena que Camille Claudel haya sido más conocida por su inestable salud mental que por su gran capacidad creativa como escultora. Ya desde pequeña se puso de manifiesto el enorme talento que tenía y su osadía al saltarse las reglas burguesas del  mundo de hombres de la época que le tocó vivir sufriendo por ello  las críticas que su trangresión le ocasionaba. 
Su vida fue una lucha por afianzar su autoestima: su atormentada relación con Rodin, ante quien se anulaba como persona y como creadora hasta el punto de permitirle que fuese él quien firmase algunas de sus obras,  se convirtió en una competición personal para lograr un reconocimiento profesional que parecía eclipsarse ante la figura magnética del escultor.
Su batalla íntima fue desgarradora. Por una parte la necesidad de ser ella misma, por otra el deseo vital de sentirse querida. 
La fuerte dependencia de Rodin, la renuncia a su propio yo para conformarse al hombre que amaba rindiéndose a sus exigencias y a sus requerimientos, la precipitó en un abismo dónde lo primordial era ayudarle a él a costa de sacrificar su propia actividad artística.
Su arriesgada postura creativa para afianzar su identidad sobrepasó todas las barreras establecidas hasta resultar incómoda a un sistema que finalmente consiguió acallarla internándola en un psiquiátrico los últimos 30 años de su vida.
Camille Claudel, como tantas otras victimas de violencia de género, sucumbió al error de hacer depender su "yo" de su agresor, de ser incapaz de sobrevivir tras el abandono sin la alargada  sombra que él proyectaba sobre su vida.

domingo, 1 de enero de 2012

SILENCIO


Me había pasado el día de ayer añorando los paisajes nevados. Posiblemente tuvo mucho que ver la calidez del ambiente, esa temperatura de la noche más propia de comienzos del otoño. Es posible que influyera el famoso dicho "Año de nieves, año de bienes" por aquello de que falta nos va a hacer un poco de bonanza a todos. El caso es que hoy, cuando finalmente conseguí salir de casa, y después del consabido y casi "obligado" trasnoche, aún conservaba el deseo de escaparme con el coche hasta algún puerto de montaña buscando esa nieve que no llega. Desistí por las horas, y por pura pereza. Pero como no hay mal que por bien no venga, me reencontré, al salir a dar mi paseo acostumbrado con Pocho, con algo que se me antojó más preciado y más escaso aún: el silencio.