QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

viernes, 31 de mayo de 2013

LA CENA DE LA MEMORIA

Todo comenzó cuando, al salir del recital que ofrecimos con La Barraca, entablamos una breve conversación entorno a la mala memoria que empezaba yo a tener y que al parecer también los demás padecían. Y nos echamos unas risas ante el reconocimiento de que nos estábamos haciendo mayores, para luego dejar la conversación ahí y adentrarnos en otras divagaciones mientras nos dirigíamos al lugar donde habíamos encargado el picoteo.
Pero hete aquí que, una vez sentados a la mesa, y como quien no quiere la cosa, comenzamos a hablar con una lucidez impresionante y con detalles de todo tipo, de  anécdotas de más de cuarenta años atrás. La memoria nos jugó una mala pasada al olvidarnos de la reciente conversación sobre su pérdida y nos dejó en muy mal lugar al hacer alarde de todo aquello que recordábamos con total nitidez.
Nos dejó mal, sí. Pero constató de manera rotunda que, efectivamente, nos vamos haciendo viejos y que, como buena compensación a esa "mayoría de edad", los recuerdos más alejados en cada una de nuestras trayectorias personales salen a flote para pintar sonrisas jóvenes en nuestros rostros. Porque como bien decía una amiga, podemos ser paisanas de cincuenta o chicas de cincuenta. 
Y todo, a pesar de la mala memoria...



miércoles, 29 de mayo de 2013

EL MANUSCRITO CARMESÍ (Antonio Gala)

Decidimos celebrar la tertulia de noche, compartiendo cena y cansancio tras un día de trabajo que cerraba la semana. Tuvimos el pequeño e íntimo restaurante para nosotras solas, y la música árabe ambientó un encuentro con la historia donde el olor del azahar rondaba nuestras palabras y nuestros pensamientos.
No recuerdo muy bien cual fue la razón por la que decidimos leer este libro. Lo que si sé es que salió elegido entre varias opciones y que, para bien o para mal, lo propuse yo. 
Se trata, ciertamente, de una novela histórica, pero es tal la belleza de las palabras, tan íntimo el paisaje del alma que se pasea por la Alhambra, tan exquisita la sensibilidad del personaje retratado, que los acontecimientos de agonía, de pérdida, de guerras fratricidas, de afán de poder, de ansias de conquista, de muerte, de falta de tolerancia, de intrigas, se elevan sobre las bajezas humanas para poner ante nuestros ojos al hombre.
Porque Boabdil es, antes que el último rey de Granada, el representante del más absoluto de los  respetos ante la condición humana. No hay un atisbo de odio en su derrota, ni en las traiciones y deslealtades que sufrió. Antes que el desprecio, aparece su increíble capacidad para admirar incluso el "defecto" del otro, ese "defecto"que se ha dado en llamar diplomacia y que no es otra cosa que astucia política para favorecer los propios intereses sin que importen los "daños colaterales". 
Y aunque en el desarrollo de la tertulia casi todas coincidimos en que se hace pesada la lectura de aquellos pasajes donde Gala nos "pone al día" de las dinastías o de los episodios bélicos,  también tenemos que admitir que abrió un espacio para la reflexión al darnos de frente con un Boabdil que (como bien decía Mili), no hace sino mostrarnos que lo difícil en esta vida es caminar, que lo difícil es evitar los prejuicios (apuntaba Luisa), que hay que cuidarse un poco de todo lo que nos llega (sentenciaba Rosa), que la tolerancia tiene que ver con lo que seamos capaces de compartir a pesar de las diferencias (Ana tenía claro que este desventurado rey compartía más cosas con los cristianos que con los  musulmanes de África),   que el amor no es otra cosa que estropearse juntos, y que el respeto y la admiración rompen todas las fronteras  entre los enemigos. En este sentido nos fascinó muy especialmente la relación que Boabdil dibuja con su tío El Zagal y con Gonzalo Fernández de Córdoba, ambos y cada uno a su manera en esos "otros bandos" políticos, y ambos situados al mismo tiempo en el más profundo y sincero de sus afectos. 
Un Boabdil que es incapaz de responder a esa imagen que  su madre tenía sobre cómo debe ser el animal político..."Duro, callado y con buena memoria para los agravios". Un Boabdil que en ningún momento se hace partícipe de la postura religiosa ante los conflictos..."Matar es anticipar la justicia divina". Y que quizá por eso acaba entregando una tierra que forma parte de sus huesos a unos reyes que la codiciaban para conseguir una unidad territorial inexistente. Y la entrega como quien entrega a un hijo para evitar que sufra, queriendo aliviar y mitigar el dolor de lo inevitable: "El único descanso de mi alma era que a todos se nos tratara mejor como servidores y vasallos que como enemigos; mi única inquietud, que así no fuese. Acertó la inquietud". 
Y la Alhambra se quedó vacía. Si acaso, son ahora nuestros pasos los que la pueblan. 
Es posible que el último rey de Granada haya pasado a la historia como aquel que entregó las llaves de un reino que se presume perdido. Y sin embargo  se adivina por cualquier esquina su dignidad, en cualquier recodo su tristeza, tras cualquier columna su melancólica y orgullosa serenidad.

     "-Te amo más que nunca, Boabdil. Me parecía imposible, pero así es.
     Eso me confirmó algo de lo que no estaba seguro: es cierto que la felicidad perfecta del hombre no existe, pero tampoco existe la perfecta infelicidad."



lunes, 20 de mayo de 2013

LA CAJA DE FÓSFOROS


“Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos. Necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca”.

“Como agua para chocolate” de Laura Esquivel


domingo, 19 de mayo de 2013

LLUVIA DE PRIMAVERA

No me cansa la lluvia. A pesar de que su insistente presencia no nos deja saborear la otra cara de la primavera, la de los días cálidos y luminosos de perfumado aire fresco, no me produce esa sensación de hartazgo con tintes de apatía. Y aunque en ocasiones la reconozco incómoda, me fascina y me sorprende nuevamente con su renovada cadencia, con su improvisada sonoridad, con su transparente humedad repleta de vida.
No me cansa, no, esta primavera que se empecina en lavar todo aquello que emborrona la cotidianeidad de lo que existe, y que se afana por aclarar con su baño de agua todo lo turbio. 

martes, 7 de mayo de 2013

CRISIS

Había permanecido serio, casi adusto, durante el tiempo de espera a la entrevista que le facilitaría la entrada en la Casa de Acogida para personas en situación de emergencia. 
Era alto, delgado, y relativamente joven. Había realizado estudios de Humanidades y tenía una licenciatura en Historia. Trabajó como profesor durante un tiempo. Constituyó una familia y su hija tenía en ese momento dos meses. 
Su voz tenía ecos de desesperación controlada y de rabia emergente, y su mirada apenas ocultaba el desconcierto que su situación le producía... Vestía con los colores del temor.
Su vida cambió de la noche a la mañana, en un instante imprevisto a pesar de posible. Se quedó sin trabajo, sin poder hacer frente al alquiler, agotó las ayudas, los trabajos eventuales,  inundó de currículum todo... sin éxito. La esperanza le dio la espalda y la amargura se quiso instalar en su corazón sin fecha de salida.
Dejó a su mujer y a su hija al cuidado de los abuelos y se lanzó a la calle. Sin rumbo, porque cualquier sitio es válido si se encuentra trabajo. Se llevó lo último de los ahorros para poder dormir en alguna pensión y comer algún bocadillo. Pero hasta eso se le agotó.
Llegó tragándose la dignidad. Esforzándose por conservar la calma. Con el alma cargada de la más debastadora de las incertidumbres...