QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

domingo, 28 de julio de 2013

EL REGALO


No sabía como agradecerme mi trabajo, lo que yo había hecho por él. No importó que me afanase explicándole que no había nada que agradecer, que simplemente hice lo que tenía que hacer. Él estuvo dando vueltas al asunto largo tiempo, observando mis palabras y atento a todas las pistas que pudiera darle  mi forma de ser. Y un día me sorprendió...
La muestra de agradecimiento me dejó sin palabras. Su rotunda decisión de hacerse cargo de todos mis gastos de estancia en su país, y su determinación de no admitir ningún tipo de protesta por mi parte, han hecho muy difícil que saliese de mí algo que perturbase la alegría y la ilusión de su empeño: "Vete acompañada, lleva a quien quieras, organízalo para cuando te venga bien, pero tú vas a ser mi invitada y tienes que aceptarlo así si no quieres que me enfade y me disguste. Es mi regalo"... Un regalo que me ha dejado perpleja y del que me siento indigna, pero que me habla de la grandiosa generosidad de la persona que me lo otorga sin posibilidad de réplica. 

miércoles, 24 de julio de 2013

SKRILLEX & DAMIAN MARLEY

No es el tipo de música que escucho habitualmente. Ni siquiera el que elegiría de forma ocasional. Pero mi hija pequeña me dijo que tenía que ver el video clip y escucharla porque me iba a gustar o, como poco, llamar la atención. Me comentó que a su hermana (mi hija mayor) tampoco es el tipo de música que escucha y que, sin embargo, le había encantado. Así que no tuve más remedio que prestarme a ello. 
Al terminar, decidí, simplemente, que tenía que ponerla en el blog.




martes, 23 de julio de 2013

NOTICIAS DEL FIN DEL MUNDO

"Llevo tiempo pensando en un estudio sobre el impacto de la revolución microelectrónica que la Comunidad Económica Europea, precursora de nuestra desunida Unión, encargó en 1980 a un grupo de sabios pertenecientes a diversas disciplinas académicas. Por desgracia no conservo el trabajo y no he conseguido encontrarlo en Internet; pero lo recuerdo porque reproduje parte de él en mi segunda novela, publicada en 1981. Verán, resulta que “los computadores miniaturizados” (así digo en mi libro, sin duda recogiendo el término del informe) habían sido aplicados de manera experimental en el campo de la relojería alemana de 1975 a 1980, con el horripilante resultado de que, en esos cinco años, la nueva tecnología acabó con el 70% de los puestos de trabajo. Por eso encargaron al comité de sabios que estudiaran las consecuencias mundiales de una reducción de empleo tan brutal. 
Los expertos dedujeron que la revolución microelectrónica iba a tener mayor envergadura que la industrial y que, salvo en algunas actividades de alta especialización, la mayor parte de la población tendría que despedirse para siempre de los empleos a tiempo completo. Ellos aconsejaban repartir entre todos el poco empleo que quedara, de modo que lo normal sería estar contratado tan sólo unos meses al año y además aceptando cierta itinerancia, porque para lograr emplearte durante esos periodos tal vez tuvieras que desplazarte de una parte a otra de la Comunidad Europea, persiguiendo la demanda laboral. La vida iba a cambiar tanto, en fin, que, para evitar una catástrofe mundial, los sabios urgían a los gobernantes a mudar no sólo las condiciones laborales, sino, sobre todo, los valores sociales. Y así, había que educar a los ciudadanos en la idea de que lo óptimo en la vida no era la cultura del trabajo, sino la del ocio. Para lo cual, naturalmente, había que facilitar el acceso a un ocio de calidad, y además proporcionar a la gente las herramientas educativas para poder degustarlo. O se empezaba a trabajar inmediatamente en esa línea de actuación, o el futuro podía ser muy oscuro, auguraban.
Pues bien, el caso es que llevo meses pensando en que ya hemos alcanzado ese futuro: lo que predijeron esos expertos hace más de tres décadas es lo que estamos viviendo ahora. Me temo que esta crisis no es sólo el resultado de la magia negra financiera de unos cuantos banqueros sin escrúpulos: también es consecuencia de la revolución tecnológica. Las malas noticias son que se han perdido millones de puestos de trabajo que no volveremos a recuperar jamás, y que esa sociedad opulenta de consumo que a menudo confundimos con el llamado Estado de Bienestar duró medio siglo y se fue para siempre. Sí, probablemente no volverá jamás el pleno empleo para todos; sí, posiblemente tendremos trabajos eventuales y discontinuos. Sí, seguramente el poder adquisitivo caerá de manera radical.
Pensemos: quizá logremos aprovechar la situación para construir una realidad mejor
Pero también puede haber buenas noticias. Esta sociedad enloquecida de acaparadores y despilfarradores no sólo no nos ha hecho más felices, sino que además es totalmente insostenible para el planeta. Pensemos un momento: quizá logremos aprovechar la situación para construir una realidad mejor. Pongamos que, en efecto, en un futuro próximo, pasado ya lo más álgido de la crisis, se trabaje seis meses al año como mucho, y que el resto del tiempo se viva del paro, sin duda más modestamente que antes. Pero pongamos también que los Gobiernos se vean obligados a invertir en la educación, en el ocio, en el desarrollo integral de los ciudadanos. Tal vez todos podamos cumplir, con ayuda del Estado, sueños que, en la sociedad actual, solo unos pocos consiguen alcanzar: tocar un instrumento, pintar, bailar, cultivar una jardinería de primor, ser un buen gimnasta, hacerte experto en la Roma clásica o en la cría de gusanos de seda, cantar boleros, aprender prestidigitación o chino, escribir novelones históricos, saber cocinar como un gran chef.
Claro que no tendremos tantos coches (habrá que exigir buenos transportes públicos); que, por lo general, la gente no será propietaria de sus pisos (habrá que reclamar alquileres decentes); o que las vacaciones no consistirán en ir este verano a Cancún y el que viene a Estambul, y con esto quiero decir que probablemente habrá que ahorrar durante bastante más tiempo para darse esos lujos. Imagino, en fin, una vida más sencilla y menos consumista. Pero, ¿eso es malo acaso, si a cambio conseguimos obtener lo esencial? Eso es lo que tienen que pedir los sindicatos, eso es lo que tenemos que exigir los ciudadanos: por supuesto, en primer lugar, educación y salud para todos. De calidad e igualitarias. Pero, después, y además, unas vidas más libres, más ricas, más aventureras, más divertidas, más creativas, más completas."
ROSA MONTERO (Artículos El País)

martes, 16 de julio de 2013

CALLARSE


"Callarse es un acto de prudencia, una medida terapéutica, una silenciosa afirmación".

Antonio Muñoz Molina
Premio Principe de Asturias 2013


domingo, 14 de julio de 2013

GIOCONDA BELLI

Hicimos la tertulia en la pequeña finca que Rosa tiene en Amandi. Nos lo había propuesto en el último encuentro, y nos pareció maravilloso que, si el tiempo acompañaba, pudiéramos realizarla allí. Y el tiempo acompañó. El final de la tarde, tras el día caluroso de principios de Julio, se nos ofreció especialmente agradable cuando la fuerza del sol se vino a menos. 
En esta ocasión no teníamos un libro concreto sobre el que dialogar, ya que nos habíamos decantado por dejar vía libre a la lectura de cualquier obra de la autora con la simple premisa, eso sí, de que cada una de nosotras eligiese un poema suyo para recitarlo al grupo y que nos sirviera de apoyo en el conocimiento de esa fascinante mujer que es Gioconda Belli.
Casi todo en ella, su vida y sus escritos, nos va diciendo qué significa ser protagonista de la propia vida. Nacida en Nicaragua, casada en tres ocasiones, madre de cuatro hijos, diplomada en Publicidad y Periodismo, gran opositora a la dictadura de Somoza, miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional, exiliada política, escritora de novelas  ("Sobre la grama", "Sofía de los presagios", "El infinito", "El pergamino de la seducción", "El país de las mujeres"...), y una de las más grandes poetas contemporáneas.
Cada una de nosotras leyó lo que le pareció. Lo importante era captar lo que esta mujer nos transmitía, qué era lo que nos llegaba, lo que llamaba nuestra atención desde la diferencia que nos conforma y desde nuestras diversas maneras de sentir y entender la vida. Y leer sus poemas. Gioconda nos interrogó a todas con su peculiar manera de reivindicarse a sí misma como mujer libre en la expresión de sus emociones, de su sexualidad y de sus ideas.  
El aire libre, el olor del campo, el silencio envolvente, el rincón pegado al muro en el que nos situamos, la progresiva caída de la tarde, fueron el marco propicio para una tertulia que tuvo mucho de confidencias femeninas. Nuestras trayectorias de mujeres que, para bien o para mal, han tenido caminos diferentes, se unificaban en una pregunta válida para todas: ¿qué queremos?... Parece una pregunta propia de la adolescencia, pero lo cierto es que ahí estábamos, con nuestra madurez y nuestras experiencias personales, preguntándonos precisamente eso... ¿qué queremos?. 
Nos ha tocado vivir y poner en práctica todo lo que vino dado por la consecución de los derechos para las mujeres. Y no está siendo fácil. Nuestro modelo de crianza es masculino y tendemos a copiar dicho modelo al tratar de reclamar nuestras parcelas de "poder". Pero, ¿qué clase de poder? y ¿cómo conseguirlo cuando estamos seguras de que nuestros compañeros los hombres no nos van a ceder parcelas de ese poder de forma gratuita?
Quizá la respuesta venga de la mano de lo más auténtico de nosotras mismas, de la fuerza de la mujer ligada a la tierra, la primitiva, la de raíces sólidas en cuerpo y alma, de la capacidad de mirar para adentro y conocer cual es nuestro techo, del descubrimiento de la propia identidad, de la decisión personal de ser o no procreadoras, de disfrutar siendo más acogedoras con las mujeres que son diferentes en sus ideas, en su concepción de la vida...
La madurez nos debe empujar a ser más valientes, y también más prudentes... No somos más valientes por ser  jóvenes, porque la valentía de la juventud es la de la imprudencia y la inconsciencia. Hay que atreverse a ir solucionando temas pendientes, a hacernos preguntas a cualquier edad, a cuestionar lo que llevamos de vida, y a cambiar lo que no nos gusta, lo que no nos hace felices, lo que no nos da paz.
Sin darnos cuenta se nos fue haciendo de noche. Cenamos a la luz de unas pequeñas velas para acompañar el ocaso. Y leímos los poemas de Gioconda...
Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

sábado, 13 de julio de 2013

"HERO" (Ford the world) TAN DUN


LA SIESTA

Estábamos en las primeras horas de la tarde, cercanas al mediodía, en las que el sol cae a plomo y los gestos se hacen pesados. Nos habíamos sentado a descansar en la escalinata de acceso a la Iglesia al reguardo del calor, guardando silencio y dejando  que la mirada se pasease distraída de una cosa a otra sin detenerse excesivamente en ninguna de ellas. 
Sin embargo aquel hombre, ya mayor, captó mi atención por la juventud que emanaban sus gestos, por la controlada vitalidad de sus movimientos. No estaba solo, le acompañaba su familia. El grupo ya estaba allí cuando llegamos, hablando y mirando el mapa, pero enseguida todos se fueron menos él. Posiblemente  prefirió un momento de descanso mientras el resto continuaba con otras ocupaciones. Permaneció sentado largo tiempo, mirando la vida a su alrededor, quizá ensimismado en sus pensamientos, hasta que el sopor empezó a cerrarle los ojos. Buscó el reposo tratando de flexionar una pierna para apoyar en ella un brazo y sobre éste la cabeza. Pero, la relajación trajo consigo la pérdida del equilibrio, y decidió sabiamente colocar la pequeña mochila a modo de almohada, y echar la siesta.
No pude vencer la tentación de hacerme con ese instante de intimidad despreocupada, de hermoso abandono en el sueño, quizá porque le envidiaba, quizá porque en ese mismo momento también a mí el sopor me vencía y no fui capaz de dejar mi puesto de guardia del descanso ajeno.


martes, 2 de julio de 2013

VIAJERA EN VENECIA

Venecia me recibió con un soplo de aire caliente con olor a mar. Ese fue su saludo de bienvenida. Antes que la visión lenta del Gran Canal, antes que el paseo por sus plazuelas, antes que el descubrimiento de sus puentes y palacios, se me hizo real a través del aroma del agua. No fue un olor desagradable, de alcantarilla (que era lo que en principio me esperaba), sino la sutil percepción de la sal por todas partes.
Luego vino todo lo demás: sus fachadas desconchadas, sus paseos bordeando los canales, sus hermosos palacios, sus rincones más íntimos, sus puentes escalonados, sus plazas con pozos, sus museos, su teatro, su Basílica, sus minúsculos jardines, sus iglesias (tantas como las islas que la componen), sus góndolas negras y ligeras, su bullicio interminable, sus sonidos...
Me cautivó desde el primer momento. Quise comprender por qué los enamorados la eligen como destino considerándola el marco perfecto para cualquier historia de amor. Y no lo entendí del todo. Recordé lo que Tiziano Scarpa señalaba en su pequeña guía sobre Venecia y que venía a decir que todo es tan bello que se hace casi necesario que la persona que llevamos al lado lo sea en la misma medida para no quedar ensombrecida por el entorno. 
Si, todo es bello, incluso en la decadencia que se percibe en sus edificios. Todo llama la atención y te hace quedar embelesado, invitándote a usar la imaginación para desplazarte en el tiempo y recobrar la ciudad que fue y, desde ahí, vivirla. Y así la anduve paseando de un lado para otro para descubrir sus barrios y percibir sus diferencias, tocando sus piedras,  dejándome deslumbrar por los brillos del agua, deslizándome  por sus canales, encaramándome sobre sus puentes, haciendo fotos tratando de que el gentío quedase a mi espalda para capturar momentos de soledad de la isla siempre habitada. 
Y me llené hasta el alma del olor a jazmín que  invadía sus rincones. Intenso. Dulce. Penetrante. Siempre presente en cada uno de los días de finales de primavera que allí pasé.
Venecia me acompañará siempre con esa facultad que tiene de eternizar el tiempo, con la increíble belleza de su madurez serena,  profunda y misteriosamente perfumada.