Fue tan solo un comentario,
una pregunta en la intimidad de la conversación.
Fue un instante para el miedo,
para que apareciese la duda,
para estrenar la inseguridad,
para que la desolación irrumpiese
con sus ropajes ondeando al aire
despojando de asideros al pensamiento.
Fueron pocas palabras para desatar la tormenta.
Y la mirada se quedó baja, triste, ausente, sola.
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