Quietud. Hace calor. El aire, a bocanadas, va moviendo las nubes de un lado para otro, las arrastra, las deshace, las agrupa. El sol hace guiños a la arena y saca destellos de luz en el romper de las olas mansas.
Casi no hay nadie; apenas se ven a lo lejos dos o tres personas paseando. Lentamente, silenciosamente...
Desearía estar completamente sola en este instante, sin presencia humana posible, y vagar sobre la orilla camino de las rocas. Respirar el mar, envolverme con su sonido, sentir su majestuoso y temible movimiento, y dejarme adormecer.
Sentarme sobre la cálida arena, mientras el sol me hace guiños y el agua estalla en diminutos diamantes sobre mis pies.
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