Se llama Betty y es mi hija pequeña. Cariñosa, divertida, de carácter fuerte. La mejor amiga que se puede tener. Paciente con los defectos de los demás, y exigente consigo misma.
Sabe escuchar, y sabe pensar.
No sabe conformarse con aquello que no responde a lo que le hace sentir bien. Característica que comparte con su hermana, y de la que me siento orgullosa como madre.
Es de las que opinan que lo pasado, pasado está, y que la vida hay que vivirla hacia adelante.
No es rencorosa, a pesar de los sinsabores. Y sabe arriesgarse cuando considera que el riesgo merece la pena, cuando lo considera necesario para buscar su sitio.
Es 21 de agosto y cumple 34 años sabiendo salvaguardar la necesidad de cariño familiar, diciendo sin tapujos que echa de menos las conversaciones con su hermana, y reclamando de vez en cuando mi atención de madre.
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