En las horas de quietud,
cuando el tiempo se hace cómplice y nos deja los minutos vacíos y abiertos,
mis manos buscan su rostro para recorrer los caminos trazados en la piel,
las pequeñas señales del paso de los años,
los rasgos que conforman su identidad,
la historia depositada en cada gesto.
Y le miro...
Calladamente...
Largamente...
En las horas de quietud,
cuando no me queda nada sino yo misma,
me detengo en él y voy explorando su mirada oscura y tranquila,
sorprendida del sentimiento que me embarga y que humedece mis ojos,
abandonándome a la certidumbre compartida de tanto amor...
Y entonces, lo consigo.
Entonces, solo entonces, detengo el tiempo.
En las horas de quietud, cuando detienes nuestro tiempo... sé que te tengo.
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