Pero a raíz de un suceso, mis pensamientos volvían una y otra vez a la anécdota hallada...
Había encontrado la tienda cuando iniciaba mi deambular solitario. Era una antigua tienda de libros usados. Los había de todo tipo, de todos los géneros, de todos los grosores, de todos los niveles de exigencia. Una curiosa librería, con una no menos curiosa leyenda escrita sobre un trozo de papel blanco fijado al escaparate. El autor de la nota, y testigo del hecho que se narraba, juraba que en el interior de esa tienda había presenciado como una madre transmitía a su hija un "cierto reparo":" No toques los libros hija, porque vete tu a saber qué manos los habrán tocado antes..." Y añadía el autor: "No le había advertido nada, sin embargo, sobre tocar el dinero". No era, pues, una mera cuestión de gérmenes.
Viejas calles, libros usados, y pequeñas mezquindades que ocuparon mi mente mientras mis ojos y mis pasos me llevaban a cualquier sitio.
Y es que ciertos reparos dan mucho que pensar.
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