Me desperté mil veces.
La luz de la noche,
penetrando suavemente,
acompañó el duermevela
cargado de ansiedades.
No sé qué soñé.
No sé siquiera si eran sueños
o temores cifrados
en pensamientos nebulosos.
Quise adueñarme de ellos,
mantenerlos a raya,
imprimirles de lógica
para que no hicieran daño.
Me desperté mil veces.
Y mil veces me sentí perdida.
La luz de la mañana,
irrumpiendo sin permiso,
vino a dejarme solo una cosa clara:
la ausencia de un "te quiero".
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