Pero hete aquí que, una vez sentados a la mesa, y como quien no quiere la cosa, comenzamos a hablar con una lucidez impresionante y con detalles de todo tipo, de anécdotas de más de cuarenta años atrás. La memoria nos jugó una mala pasada al olvidarnos de la reciente conversación sobre su pérdida y nos dejó en muy mal lugar al hacer alarde de todo aquello que recordábamos con total nitidez.
Nos dejó mal, sí. Pero constató de manera rotunda que, efectivamente, nos vamos haciendo viejos y que, como buena compensación a esa "mayoría de edad", los recuerdos más alejados en cada una de nuestras trayectorias personales salen a flote para pintar sonrisas jóvenes en nuestros rostros. Porque como bien decía una amiga, podemos ser paisanas de cincuenta o chicas de cincuenta.
Y todo, a pesar de la mala memoria...
a mi que esto me suena a algo.....pero no lo recuerdo del todo.
ResponderEliminarQué bien me sentaron las risas.