¡Qué gusto caminar lentamente por las viejas calles! Descubrir de nuevo la luz del atardecer reflejándose en las brillantes losetas de piedra pulida por el uso; los antiguos edificios con las fachadas inundadas de luces doradas y sombras pardas; el olor a conocida humedad nueva, fresca, vital; las calles solitarias, desprovistas de gente, reventando de historia; los silenciosos sonidos de las minúsculas gotas de agua incesante; el cielo plomizo tapizado de nubes pesadas cubriendo, protectoras, la hermosa Vetusta.