De vez en cuando me gusta entretenerme mirando fotos de gentes anónimas y observar sus rostros, sus gestos, la postura de sus cuerpos, sus atuendos... Me fascina saber que siempre hay algo que va más allá de los estereotipos de belleza marcados por el tiempo que toca vivir.
Y me agrada infinitamente constatar que la feminidad, como en el caso de esta fotografía, nada tiene que ver con la seducción descarada, ni con los ropajes provocativos, ni con la falta de ellos, ni con las miradas llenas de lascivia, ni con los ademanes estudiados.
La feminidad muchas veces se traduce, simple y llanamente, en una trenza recogida y en la visión de un trocito de espalda... En la delicadeza.
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