La mañana se ha levantado perezosa. Va despertando con la mirada puesta en las futuras y cercanas sombras. Va lenta, arrastrando pensamientos y pequeñas acciones de última hora para la celebración de la cena, para la diversión de una noche decorada con miles de luces. Esta mañana no está donde tiene que estar, no es dueña de su tiempo... es la antesala de otro.
La gente va y viene con la cabeza en otra parte. Los rostros van dejando las huellas de las emociones del alma: aquí una cierta añoranza, ahí una alegría expectante, acá un impreciso cansancio, allí la energía desbordante, acullá una serena esperanza... Y un deseo en la mirada y en los labios..."Ojalá que el año que empieza sea mejor".
La mañana transcurre a paso lento y silencioso, como cogiendo fuerzas, sin malgastar la energía que necesitará cuando las estrellas empiecen a lucir en lo alto para celebrar un nuevo ciclo de la vida, un nuevo comienzo, y si acaso, también un nuevo yo, un nuevo nosotros... ¿Quizá mejores?.
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