Empiezo la semana con prisas, agitada, corriendo de un lado para otro, atenta al reloj, con un montón de papeles sobre la mesa, pendiente de cincuenta cosas, pensando que todavía quedan días por delante que me traerán más de lo mismo, más de este inquietante no parar.
Mientras, la vida discurre a mi paso sin que apenas me de tiempo a fijarla en mi retina, a asumirla en mi piel, a respirarla.
Comienzo los días anhelando ese impreciso instante en que llego a casa, en que entro por la puerta despojándome lentamente de todo lo que me sobra para, simplemente, sentirme...
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