QUIZÁ ESTE MOMENTO...

QUIZÁ ESTE MOMENTO...
La vida es un discurrir de momentos. Suelen sucederse sin que apenas reparemos en lo que nos están ofreciendo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, alguno de ellos, se hace presente y nos hace ser conscientes de nuestra propia existencia...

domingo, 11 de septiembre de 2011

UN MUNDO PELIGROSO

Salí de trabajar a las 15:30 horas del 11 de Septiembre de 2001. Había sido una mañana tranquila de trabajo, y me disponía a marcharme a casa con la sensación placentera de que aún quedaba toda la tarde por delante para disfrutar. Subí al coche y puse la radio.
Al principio no me fijé bien en la información que estaban dando porque mi intención era escuchar música y no hacía otra cosa más que dar al botoncito para encontrar una emisora que me gustase. El "mosqueo" empezó cuando comprobé que en todas ellas lo único que se escuchaba eran noticias.  Dejé de dar al botón y me detuve en una preparándome para escuchar lo que fuera a la espera de que la música apareciera, con suerte, por alguna parte.
Me bastaron unos pocos instantes para subir el volumen de la radio y preguntarme " ¿qué narices está pasando?"... Un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas de Nueva York sin que se supieran aún con claridad los motivos, cuando un segundo avión apareció en la escena para arremeter contra la segunda Torre. Las noticias se estaban dando con estupor; se notaba el desconcierto, la sensación de que algo "gordo" estaba pasando, la incredulidad, la perplejidad ante las dimensiones de la catástrofe...
No fui consciente del trayecto hasta mi casa. No vi la carretera. Conducía como una autómata con los gestos programados y con la mente en otra parte. Tenía ganas de llegar a casa, de encender la tele, de sentarme delante de la pantalla con mis hijas y de llegar a entender.
Fueron horas delante de las imágenes, pendientes de la información que nos iban dando, tratando de encontrar explicaciones, asombrándonos de lo peligroso que es vivir en este mundo, imaginando lo que aquella gente estaba viviendo, preguntándonos qué repercusiones políticas tendría todo aquello.
¡Qué poco vale la vida...! A las imagenes ya cotidianas de las guerras en otras partes del mundo, de las caras de los hambrientos en África, de la represión y la violencia en las revueltas políticas, había que sumar ahora el despropósito de que fuera atacada (y cómo) la nación más poderosa del planeta.
Recuerdo que di gracias por vivir donde vivo, con la idea y el convencimiento de que difícilmente nos pudiera pasar a nosotros algo así. Tremendo engaño...  Años más tarde nos levantamos con la noticia y las imágenes de los atentados de Atocha. 
Estamos en manos ajenas. No importa que seamos buena gente, que cumplamos con nuestro trabajo, que no deseemos mal al prójimo... Otros se encargan de jugar nuestras cartas y de meternos en una vorágine que nos sobrepasa.
Lo que nos queda es la sensación de incertidumbre, las imágenes casi fotográficas del desastre, la tremenda inseguridad como ciudadanos del mundo, el temor a que todavía no se haya acabado todo: no hay más que mirar a nuestro alrededor, a la situación económica que arrastramos, a las tramas políticas y sociales, a la complejidad de todo lo establecido...

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