La mañana se nos fue de tiendas y de museos. La Quinta Avenida, entre tanto ir y venir, se nos hizo familiar pese a ese trajín incesante que la puebla a diario de los más variopintos personajes. Movimiento por todas partes. Numerosas gentes hablando por los teléfonos móviles para comunicarse sin verse y para incomunicarse viéndose...
Central Park se veía silencioso y casi deshabitado a través de una de las entradas abiertas en el muro que lo separan del bullicio urbano. Hermoso en lo nublado del día, poniendo pinceladas de color bajo el gris del cielo, ofreciendo sosiego a quien pudiera necesitarlo.
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