Eran las diez y media de la noche cuando, a la altura de Pola de Lena camino de León, nos encontramos con una caravana de coches parados en la carretera. Los mineros llevaban unos días "tranquilos", sin provocar altercados, sin cortes en las vías, sin más manifestación que la "marcha negra" emprendida el 22 de Junio hacia Madrid, y no se nos ocurrió pensar que podían ser ellos los causantes de aquella caravana quieta, sino que más bien podía tratarse de algún accidente. La presencia de varios vehículos de la Guardia Civil y las negras humaredas que comenzaron a elevarse hacia el cielo, nos sacaron del error: los hombres del carbón habían decidido cambiar la estrategia y pasar a la acción en plena noche, sorprendiendo a todos con ese cambio de horario.
Estuvimos esperando pacientes a que decidieran, como otras veces, ir dejando paso. Los conductores, ya enterados de lo que estaba ocurriendo, nos limitamos a dejar que el tiempo transcurriese. No hubo malas caras, ni gestos de fastidio, ni comentarios que pusieran en tela de juicio la acción iniciada a esas horas de la noche y que suponía una traba en nuestros particulares planes de viaje. Posiblemente no todo el mundo estuviese de acuerdo con las protestas emprendidas por los mineros, ni con sus reivindicaciones, ni con cual ha sido su comportamiento laboral en los últimos tiempos, pero el respeto a su derecho al pronunciamiento se hizo evidente desde el silencio.
La Guardia Civil nos fue indicando que la cosa iría para largo, porque los ánimos estaban caldeados, y comenzaron a redirigir el tráfico hacia una gasolinera próxima dónde aquellos que quisieran pudieran esperar a que se resolviera la situación, resolución que no se preveía hasta pasadas al menos dos horas.
Nosotros decidimos dar media vuelta y utilizar otro puerto para acceder a la meseta (dos horas previstas a priori bien podrían ser más conociendo el semblante minero y el espíritu luchador que siempre les ha caracterizado) y así, acompañados por una luna llena enseñoreada del cielo, subimos hacia el Puerto de San Isidro casi en completa soledad, sorteando las curvas de la carretera, adentrándonos calladamente en las horas nocturnas.
Al día siguiente nos enteramos de que habían sido seis las horas en las que estuvo interrumpido el tráfico hacia la autopista del Huerna, que el conflicto había desembocado en choques violentos entre los mineros y los agentes de seguridad, que se habían levantado barricadas, y que las calles de Lena habían sido el campo de batalla de los enfrentamientos.
Y nos enteramos también de que la luna llena de esa noche del 5 de Julio sería la más grande y brillante que se pueda contemplar en este año.
Fue noche de luna blanca en tierras negras.