Voy a paso rápido para verlo todo, para no perderme la belleza que esconde el tiempo en Praga. La vida discurre lenta, quizá demasiado lenta para mi prisa. Voy con los ojos ávidos de desconocidos rostros de gente que se parece a la gente conocida, de nuevas piedras en viejas calles, de nuevas calles en ciudades viejas. Y miro, curiosa, un edificio aquí, una iglesia acá, un museo ahí, un palacio allá... Escucho a la vez varias conversaciones en idiomas diferentes sin entender nada más que la importancia que pueda tener lo que dicen apreciando la intensidad y la emoción de los que hablan... y casi comprendo.
Voy soñando la historia con la vista abierta, imaginando retazos del pasado, llenando la mirada de cosas contempladas por miles de ojos antes que los míos, poniendo los pies sobre adoquines centenarios, escuchando rumores de rancias refriegas y voces de mando, olfateando en el aire el leve resquicio de la vida diaria repleta de rutina antigua.
Voy a paso rápido para verlo todo sin perderme a mí misma. Voy pensando que mañana recordaré todo como si fuera un sueño y que mi hija será la encargada de dar fe de que no lo fue, que ella también estuvo allí, caminando a paso rápido conmigo, compartiendo observaciones, visitas, comidas y risas.
Y sin embargo... Praga se queda prendida en las nieblas del sueño de mi memoria con esa luz tenue que la viste de irrealidad. La miro con pena de irme, y siento su voz ligera como la música... "Respira"- me dice- "Respira. Siente. Vive. Sueña. Entiende. Escucha. Respira..."
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