Hace pocos días tuve la oportunidad de compartir una agradable y risueña cena donde Luis Montes era el invitado especial. Le habíamos pedido desde "Diálogos del Ateneo" que viniese a dar una pequeña conferencia sobre los "Derechos al final de la vida"; petición a la que este hombre de voz apagada y mirada triste accedió sin reparo y con la que consiguió removerme por dentro y darme mucho que pensar.
¿Por qué la muerte será aún ese tema tabú que evitamos afrontar desde el optimismo de la vida? ¿Por qué la revestimos de tragedia? ¿Por qué nos cuesta tanto vivenciarla como parte de un proceso? Nos hemos aferrado a la vida hasta extremos que rayan lo antinatural. No se trata solo de respirar, de mantener unas constantes vitales, de abrir los ojos y comprobar día tras día el estado del techo bajo el que estamos...
Cuando era muy joven vi una película que me impactó hasta el punto que a día de hoy conservo imágenes fielmente grabadas en mi mente: "Danzad, danzad malditos" de Sydney Pollack. La protagonizaba Jane Fonda y se desarrollaba en los años de la gran depresión americana, en una pista de maratón de baile "donde se lucha por sobrevivir en un mundo que les utiliza como un espectáculo de la miseria". No viene al caso contar todo el argumento de la película, pero sí señalar que el sufrimiento psíquico, emocional, existencial de la protagonista era tal, que pide a su compañero de baile que le quite la vida. Y él lo hace. Y lo hace apoyado en una escena que se va repitiendo a lo largo del film sin que parezca que tenga mucha conexión con lo que se va desarrollando en el argumento... la escena de un caballo herido inmerso en un profundo sufrimiento al que la piedad de un hombre le lleva a darle un tiro de gracia.
Es una situación extrema y ciertamente más cercana a lo que puede ser un suicidio encubierto, pero que nos habla de una forma indirecta de que hay otras situaciones: aquellas en las que cuando por expreso deseo de la persona se dice que no a los cuidados que van a mantener la vida (esa que ya no es realmente vida), y que deberían hacernos analizar y reflexionar sobre nuestros conceptos de dignidad, de dolor, de amor, de respeto, de pecado, de piedad, de compasión. Tenemos que revisar muy seriamente lo que es para nosotros eso que llamamos Vida, y lo que el mantenimiento contra natura de su permanencia supone para los demás, para aquellos que decimos amar.
¿Por qué la muerte será aún ese tema tabú que evitamos afrontar desde el optimismo de la vida? ¿Por qué la revestimos de tragedia? ¿Por qué nos cuesta tanto vivenciarla como parte de un proceso? Nos hemos aferrado a la vida hasta extremos que rayan lo antinatural. No se trata solo de respirar, de mantener unas constantes vitales, de abrir los ojos y comprobar día tras día el estado del techo bajo el que estamos...
Cuando era muy joven vi una película que me impactó hasta el punto que a día de hoy conservo imágenes fielmente grabadas en mi mente: "Danzad, danzad malditos" de Sydney Pollack. La protagonizaba Jane Fonda y se desarrollaba en los años de la gran depresión americana, en una pista de maratón de baile "donde se lucha por sobrevivir en un mundo que les utiliza como un espectáculo de la miseria". No viene al caso contar todo el argumento de la película, pero sí señalar que el sufrimiento psíquico, emocional, existencial de la protagonista era tal, que pide a su compañero de baile que le quite la vida. Y él lo hace. Y lo hace apoyado en una escena que se va repitiendo a lo largo del film sin que parezca que tenga mucha conexión con lo que se va desarrollando en el argumento... la escena de un caballo herido inmerso en un profundo sufrimiento al que la piedad de un hombre le lleva a darle un tiro de gracia.
Es una situación extrema y ciertamente más cercana a lo que puede ser un suicidio encubierto, pero que nos habla de una forma indirecta de que hay otras situaciones: aquellas en las que cuando por expreso deseo de la persona se dice que no a los cuidados que van a mantener la vida (esa que ya no es realmente vida), y que deberían hacernos analizar y reflexionar sobre nuestros conceptos de dignidad, de dolor, de amor, de respeto, de pecado, de piedad, de compasión. Tenemos que revisar muy seriamente lo que es para nosotros eso que llamamos Vida, y lo que el mantenimiento contra natura de su permanencia supone para los demás, para aquellos que decimos amar.