Habíamos quedado a las 11:00 con la idea de reunirnos para nuestra acostumbrada tertulia literaria y disfrutar de un brunch. Todas y cada una de nosotras llevaríamos algo: los sonidos propios del eco dejado por las protagonistas del libro, y las exquisiteces culinarias salidas de nuestras manos y de nuestras cocinas.
Nos faltó tiempo para ponernos a hablar de lo que nos había parecido el libro, de cómo habíamos visto a los personajes, de las vivencias de la autora, de Emerenc. De la puerta de Emerenc...
Lo que aquí recojo no es sino un pequeño apunte de lo que cada una de nosotras vivió, reflexionó, opinó, sintió...
A ninguna dejó indiferente esta novela densa y fascinante que describe con grata fluidez y con esmerado cuidado los sentimientos que, de principio a fin, se van desgranando a través de los acontecimientos anodinos y cotidianos.
Magda Szabó basó esta novela en episodios de su propia vida y más concretamente en su relación con la que fue su criada durante dos décadas: Emerenc. Es difícil saber si todo lo que nos relata es fiel a la verdad o si hay tintes de ficción en ella, aunque poca trascendencia tiene eso cuando lo realmente importante es la interrelación que se establece entre ambas mujeres, más allá del binomio señora-criada, mostrándonos la dureza y la ternura del amor.
La entrega absoluta de la autora, que habla en primera persona, comienza con la decisión de no "ponerse nombre". Ella es la narradora. Está ahí... Siempre está ahí como el receptáculo donde Emerenc deja caer su arrebatadora personalidad. Y en esta circunstancia, en este depositarse de la criada, vamos viendo la imagen reflejada y reflexiva, esbozada y cuestionada de Magda Szabó.
Es una historia de relaciones humanas que se desarrollan en una Hungría comunista de calles grises y gentes calladas donde parece que nunca pasa nada. Historia de silencios escondidos tras la puerta. Silencios que conforman a Emerenc, que apenas dice nada sobre sí misma, pero que "rotundiza" con hechos los propios criterios ante la vida.
Dos personalidades contrapuestas. Dos status sociales que se ponen patas arriba ante la obscena libertad de Emerenc que se salta todos los mandatos, que hace siempre lo que le dicta su parecer, que no se somete a ningún tipo de poder, y que no desea ni necesita ser querida, y la desorientada señora que ve puesta en tela de juicio su intelectualidad, sus creencias religiosas más profundas, su "aburguesamiento", y su modo de entender lo que significa amar hasta las últimas consecuencias.
Es ciertamente una lectura densa, como denso es el cuestionamiento al que todas nos vimos sometidas... Nada parece escaparse a la mirada de Emerenc. Ni siquiera nuestros ojos de ávidas lectoras se libraron de la atenta observación de la vieja criada que, a través de las palabras, alborotaba también nuestros sentimientos.
Ellas, nosotras, y dos caminos: la actividad intelectual y la inteligencia emocional. El razonamiento y la intuición danzando al son de tambores de guerra y resueltos finalmente en el empate de una lucha que no hace sino abrir cada uno de nuestros cerrojos.
Todo es cuestionado: la culpa, la apariencia, el suicidio, el compromiso, lo correcto, la espiritualidad, la educación, el sufrimiento, la entrega, la cobardía, los ideales, la dignidad...
Y todo es asumido y resumido en una corta frase que Emerenc nos dice casi con despecho: "Usted es ciega y tonta, aparte de cobarde. Yo no sé por qué la quiero, solo Dios lo sabe... A lo mejor con la edad, cuando madure, entrará en razón, aprenderá a apreciar lo bonito y se armará un poco de valor".
Es la furia de los sentimientos desatados e incapaces de ser dosificados. Es descubrir que "el cariño es una emoción desarticulada por excelencia" y que "es inútil pretender regular cómo debe encauzar cada uno sus afectos"porque "no hay fórmulas que valgan".
Pero hay que empezar por abrir la puerta y exponerse.
Dos personalidades contrapuestas. Dos status sociales que se ponen patas arriba ante la obscena libertad de Emerenc que se salta todos los mandatos, que hace siempre lo que le dicta su parecer, que no se somete a ningún tipo de poder, y que no desea ni necesita ser querida, y la desorientada señora que ve puesta en tela de juicio su intelectualidad, sus creencias religiosas más profundas, su "aburguesamiento", y su modo de entender lo que significa amar hasta las últimas consecuencias.
Es ciertamente una lectura densa, como denso es el cuestionamiento al que todas nos vimos sometidas... Nada parece escaparse a la mirada de Emerenc. Ni siquiera nuestros ojos de ávidas lectoras se libraron de la atenta observación de la vieja criada que, a través de las palabras, alborotaba también nuestros sentimientos.
Ellas, nosotras, y dos caminos: la actividad intelectual y la inteligencia emocional. El razonamiento y la intuición danzando al son de tambores de guerra y resueltos finalmente en el empate de una lucha que no hace sino abrir cada uno de nuestros cerrojos.
Todo es cuestionado: la culpa, la apariencia, el suicidio, el compromiso, lo correcto, la espiritualidad, la educación, el sufrimiento, la entrega, la cobardía, los ideales, la dignidad...
Y todo es asumido y resumido en una corta frase que Emerenc nos dice casi con despecho: "Usted es ciega y tonta, aparte de cobarde. Yo no sé por qué la quiero, solo Dios lo sabe... A lo mejor con la edad, cuando madure, entrará en razón, aprenderá a apreciar lo bonito y se armará un poco de valor".
Es la furia de los sentimientos desatados e incapaces de ser dosificados. Es descubrir que "el cariño es una emoción desarticulada por excelencia" y que "es inútil pretender regular cómo debe encauzar cada uno sus afectos"porque "no hay fórmulas que valgan".
Pero hay que empezar por abrir la puerta y exponerse.