Murió Machado el 22 de Febrero de 1939. Tenía 65 años y la tristeza honda del “cante hondo” propio de Andalucía. Algunos críticos y articulistas le han definido como un trashumante con la tristeza a cuestas. Viajero incansable con sabor a huida. Hombre de ética sencilla, precisa y breve, como casi todo lo bueno. Poeta comprometido con sus ideas políticas y sociales. Republicano por principio: nunca pudo callar sus opiniones ante una sociedad que se instalaba en el acomodo del dejarse llevar, de la sinrazón, de la soberbia…
Su figura, desaliñada y negra, de hombre antiguo y conocedor de heridas, sigue paseándose aún hoy por estas tierras que configuran el país que habitamos. Es imposible asomarse a Castilla sin que el pensamiento nos recuerde cómo la vio y la vivió él. Al pasear a orillas de Duero camino de la ermita de San Saturio, casi podemos sentir como acompasamos nuestro paso al suyo, como nos detenemos, junto con él, a contemplar en las cortezas de los álamos los nombres de los enamorados de ayer… Y, cómo no, Sevilla. Con ella da comienzo su retrato – “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”- y con ella parece despedirse de la vida –“Estos días azules y este sol de la infancia”… Y casi podemos sentir esa luz y ese calorcillo en el rostro si cerramos los ojos y dejamos que su emoción se haga carne en nosotros.
Machado ha sido y será siempre uno de los grandes poetas de nuestra literatura. En 1959 los poetas de la generación del 50 le tomaron como uno de sus referentes y en el 20º aniversario de su desaparición viajaron a Colliure (Francia) con la intención de rescatarle para la memoria. Que aquel acto simbólico, y éste pequeño recital que hoy nos ocupa, sirvan para mantenerle vivo. Porque a fin de cuentas sus poemas y sus escritos, siguen al alcance de nuestras manos y de nuestro entendimiento, y cuando los desempolvamos, y nos paramos un momento para leerlos, no estamos haciendo otra cosa más que recuperarle para la vida.
Charo Reyes
Villaviciosa,Febrero de 2009
A PERRO FLACO…
Reza el dicho popular, bien arraigado en nuestras tierras y en nuestra cultura, que a perro flaco son todo pulgas. Y bien podemos añadir que, si eso se extrapolase de la condición humana a las circunstancias que acaecen a los pueblos, sería América latina una de las zonas de este planeta que mejor lo representan.
Pero al igual que sucede con los perros flacos, (perros sabios de hambrunas diarias, que vencen el miedo mendigando afectos), los pueblos que llevan décadas sufriendo la injusticia social y el egoísmo de los que tienen, y sufriendo también los estallidos de los fenómenos naturales como protesta ante la barbarie del hombre sobre la tierra, no dejan de cantar y de gritar todo aquello en lo que creen, y no dejan de saludar con una sonrisa de esperanza el futuro que depara el nacer del nuevo día, de otro día, de cualquier día.
Rafael Amor, cantautor y poeta, nos ha cautivado con su sencilla emoción, con su alma de perro flaco, con su palabra clara. Nos ha conquistado para su pueblo y para todos los pueblos, aquí y allá, removiéndonos por dentro a través de su humor lleno de ironía, de su curativa trasgresión, de su espíritu dispuesto para la lucha.
Hemos leído su canto… Hemos sentido su emoción… Siempre hay perros flacos… gentes flacas… pueblos flacos a los que son todo pulgas. Aquí y ahora, en la casa de al lado, en el pueblo de al lado, en la gente que tenemos al lado…
Rafael Amor… ¿y por qué no? Cierto que no es un “poeta reconocido”. Se le conoce como cantor. Pero… ¿por qué no? Hay que transgredir hasta en el uso de la voz. Y en esto él es un maestro. Un maestro que nos ha enseñado que, en cualquier momento, cualquiera de nosotros, a lo largo de nuestra vida, podemos sentir en nuestra piel las incómodas y múltiples picaduras del destino.
Ojala esa enseñanza, esa vivencia, nos transforme en seres humanos capaces de tender la mano a quienes nos necesiten… de la manera que sea.
Aprenderemos, sin duda, a ser más sabios.
Charo Reyes
Villaviciosa, Abril de 2010
BAJO EL CIELO DEL SAHARA
Parece que quisieran ocultárnoslo. Debe ser fácil tapar bajo el cielo del desierto, en un terreno abierto y dorado, las injusticias de los hombres. Que se impida el paso, que no se hable, que nada se filtre en este espacio aislado bajo el sol abrasador. Que no se conozca el Sahara. Que se ignore la existencia del pueblo saharaui…
Pero fue declarada en su día, no muy lejano (1885-1975), la provincia 53 de España y sus habitantes tenían ciudadanía española. Al abandonarla, sin favorecer su autodeterminación, como quien deja al lado del camino algo sin importancia, la dejamos caer en manos de la ocupación y codicia de otro pueblo. Y cualquier indicio de identidad saharaui está ahora prohibido. Está prohibido que sean lo que son. Prohibida su cultura, su historia, su arte, su queja, su libertad de vivir: la voz del pueblo.
Alí Salem Tamek, defensor de los derechos humanos, y preso político, se expresaba así:
“El Aaiun es una cárcel sin rejas. El miedo son las rejas. Necesitamos vuestros ojos para que expliquéis lo que nos están haciendo”.
Y Aminetou Haidar comentaba:”Seguramente se sabría más de nuestro conflicto si nuestro pueblo cometiera actos terroristas. ¿Será solo cuando practiquemos la violencia en los territorios ocupados cuando llamemos la atención? Lo repito una y otra vez, somos un pueblo pacífico. La violencia es la que nosotros sufrimos y esta violencia que vivimos es terrorismo de Estado”.
La belleza eterna del Sahara, sus amplios espacios de arena y cielo, la dureza y rigor del clima ardiente, las luchas serenas y desesperadas al tiempo de los hombres por su tierra, los ciclos de la vida, las bocas selladas, los cuerpos torturados, las esperanzas rotas una y otra vez, el orgullo de ser quienes son, los sueños… Todo ello impregna las palabras de los poetas nacidos bajo el miedo, la represión, la injusticia. Son gritos al mundo para que el mundo les oiga. Son cantos para que el mundo conozca su belleza. Son desgarros en el silencio de la tierra amada.
La naturaleza y el hombre se funden: la madre y la tierra, el silencio del desierto y el canto de los hombres, el sol y el dolor, el viento y la angustia, el soplo de arena y los ojos cansados, la lluvia que bendice las lágrimas del pueblo. La vida y la muerte.
Quizá nuestra intención al acercarnos a la poesía saharaui no sea otra que poner voz a los que no la tienen. Acercar los sentimientos y padecimientos de estas gentes a nuestras vidas distraídas y desconocedoras de lo que les está pasando.
Quisiera que, una vez dichas y escuchadas sus palabras, nos sintiéramos cada uno de nosotros como un instrumento, todos distintos, todos valiosos, de una orquesta preparada para conmover al mundo. Cada uno por separado no podrá ser una sinfonía, pero todos juntos podremos ofrecer un concierto maravilloso.
Charo Reyes
Villaviciosa, Marzo de 2011
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